De la misma forma que el consumo del vino se remonta, según los historiadores y arqueólogos, a los poblados neolíticos de Mesopotamia hace ya más de seis milenios, la forma de servirlo ha evolucionado como es lógico con el fin de obtener un mayor partido al producto.
Algo ha cambiado, sin lugar a dudas, desde aquellas vasijas arcillosas del Neolítico, donde no se tenían en cuenta estos factores, hasta nuestros días, donde las copas cristalinas priman el cuidado de temperatura y oxigenación para el consumo del vino. Ahora apreciamos cada vez los matices de cada denominación de origen, de cada vid, de cada región…
De los recipientes hallados entre el Tigris y el Éufrates, a las refinadas copas de cristal que hoy en día se utilizan para catar este manjar obtenido de la uva se han tenido en cuenta muchos factores. De entre estos hay cinco fundamentales que en la actualidad son vitales para la cata del vino:
- Temperatura.
- Descorchado.
- Decantación.
- Oxigenación.
- Elección del recipiente.
Todos estos elementos que debemos tener en cuenta para servir el vino influyen en el sabor, los olores y los matices de cada caldo. Es pero ello que se vuelve importante tener en cuenta el modo de servir y consumir este manjar para no perderse cuestiones tan sutiles para el paladar y para nuestros sentidos.
La temperatura
Para servir el vino de forma correcta debemos atender en primer lugar a su temperatura, cuestión de máxima importancia para la percepción de sus características. En este punto atenderemos al tipo de vino que vayamos a servir. La mejor temperatura es aquella en la apreciemos sus peculiaridades, así si es baja los aromas no se distinguirán fácilmente por el efecto anestésico del frío. Opuestamente si es demasiado cálido se potenciarán los alcoholes por lo que no sus matices quedarán escondidos por los azúcares.
El descorche
El segundo paso tras la temperatura es el descorche de la botella. Un proceso aparentemente sencillo con un buen abridor, pero que debe regirse también por algunas normas sencillas. No debemos mover en exceso la botella puesto que si mareamos el vidrio las partículas del vino quedarán en suspensión. Por supuesto, como si de una estocada taurina se tratase, y para no hacer sufrir al corcho, debe clavarse en el centro para evitar su ruptura y posterior caída de restos en el líquido.
Tras la retirada del corcho llega la hora de decantación, proceso por el cual las partículas se precipitan al fondo de la botella. Estos posos no son malos, pero a la hora de la cata pueden ser algo molestos en el paladar. Por lo tanto dejaremos reposar el vino un tiempo prudente, unos minutos antes de servirlo.
La oxigenación
Y llegados a este punto, y no menos importante, le tocará el turno a la oxigenación, ese proceso por el cual el vino debe estar en contacto con el aire con el fin de eliminar los aromas de humedad propios del embotellado.
El recipiente
Por último, el quinto elemento del servicio lo constituye el continente. Esto es, las copas desde las que disfrutaremos del manjar de la vid.
Existen en el mercado miles de variedades de copas de vino, pero no hay porqué tener un centenar de tipologías en casa para disfrutar del vino. Ayudarán las copas de gran superficie, alta y de fina figura. Esta permitirá un mayor contacto con el aire y por lo tanto una mayor oxigenación. Son ideales para los tintos.
Así, como contrapartida, para los blancos se utilizan algo más estrechas y de tallo más largo, que evitará que se caliente más lentamente el vino.
Y para los vinos espumosos, las copas más esbeltas, altas y delgadas que nos permitirá discernir con exactitud su cuerpo burbujeante.
Sea como sea el servicio procuremos servir el vino con un toque de calma y de paciencia que otorgará al proceso la seguridad de apreciar lo que tenemos entre manos, o mejor dicho entre la cavidad bucal…
Y ahora que conoces los secretos de cómo servir el vino ¿qué tal si abrimos un albariño Ponte da Boga para brindar por las fiestas navideñas que se acercan?