Por vendimia entendemos, por norma general, la acción o efecto de recoger la uva para producir vino. Pero en nuestra cultura, y sobre todo dependiendo del territorio, es mucho más que eso.
No podemos ceñirnos a una fecha en concreto para festejar la vendimia, porque depende del grado de maduración de la uva. Pero a lo que sí podemos ceñirnos es a que es un proceso mayormente artesanal, y crucial para el caldo que posteriormente ocuparan un buen lugar en nuestras mesas o en nuestras vinotecas.
En Ponte da Boga damos buena cuenta de ello, y es por esto que sabemos perfectamente de la importancia y mimo que hemos de dar al fruto de la uva durante este proceso. Pero primero demos una vuelta por la historia de la vendimia, para entender un poquito mejor de este proceso.
Se dice que ya en el Antiguo Egipto los faraones brindaban con vino y que el proceso de vendimia era un ritual largo y ceremonioso, que se puede considerar el origen de las fiestas de la vendimia actuales. Murales en templos milenarios muestran escenas de la vendimia que nos hacen incluir que las prácticas eran muy similares a las actuales. Los egipcios hacían la cosecha de la uva, las dejaban en cestas y las pisaban hasta que el mosto salía por un desagüe hasta una vasija. Después, se almacenaban en unas tinajas donde fermentaban hasta conseguir lo que se consideraba que era una bebida divina, que se utilizaba en ceremonias religiosas y funerarias y como ofrendas para los dioses.
Avanzando en el tiempo, la vendimia en la Antigua Grecia era una de las grandes celebraciones del año. Esta se realizaba en honor al Dionisos, el dios de la agricultura, el vino y los excesos. Las fiestas dionisíacas duraban 5 días, cuando los viticultores griegos invitaban a las personas de los pueblos de los alrededores de las plantaciones a cosechar con ellos, se realizaban desfiles y, por supuesto, se bebía el primer vino del año como ofrenda a los dioses.
En la Antigua Roma también celebraban la vendimia por todo lo alto. Las Vinalias se hacían en honor a Júpiter y Venus para pedirles protección sobre las viñas y, antes de que llegara la austeridad con el cristianismo, acababan en grandes bacanales.
Cosecha manual o mecánica
Una vez se ha elegido el momento ideal para comenzar la vendimia, la cosecha se puede hacer de forma manual o mecánica. La primera, la forma tradicional, se suele practicar cuando se va a producir vino de calidad, pues los recolectores solo seleccionan los mejores racimos uno por uno cortándolos con el garillo. La recogida mecánica se suele dar en grandes explotaciones, donde haría falta mucha mano de obra y ahora se sustituye por el uso de máquinas de vendimiar.
La cosecha de la uva se acostumbra a hacer cuando la uva no está mojada (ya sea por lluvia o por el rocío), puesto que el agua puede afectar en la calidad. Además, es mejor evitar recogerlas cuando hace más calor y dejarlas en contenedores que no tengan mucha profundidad para que no se aplasten. De esta manera, se obstaculiza que las uvas fermenten.
La meteorología marca el momento de vendimiar
Que la vendimia se haga en un momento u otro depende en gran medida de las condiciones climatológicas y del grado de maduración de la uva que el productor desee. Así, en general, la vendimia se suele realizar entre agosto y octubre en el hemisferio norte, y entre febrero y abril en el hemisferio sur.
Cuando la uva se destina a hacer vino o licor, además de su maduración de la uva, se tienen en cuenta parámetros como la latitud, la altitud, el tipo de uva (la blanca suele madurar antes que la negra) y, por supuesto, el tipo de vino que se quiere conseguir.
Según el momento de la vendimia, la uva tendrá más o menos azúcares, ácidos y componentes aromáticos, de ahí que sea tan importante acertar en el cuándo que seguramente va a depender del dónde.