¿Recordáis que hace poco os hablábamos de la importancia de los decantadores? Un recipiente mágico que nos permitía oxigenar el vino y eliminar los posos para lograr un caldo de mayor calidad. Debido a sus modernos diseños puede parecer un instrumento de descubrimiento reciente pero no es así. Los decantadores poseen una historia milenaria que se remonta a los tiempos del gran Imperio Romano.
Cuando nos referimos a la existencia de decantadores en el Imperio Romano no afirmamos que los útiles instrumentos que conocemos a día de hoy decorasen las mesas de los nobles romanos. Sus decantadores eran una especie de ánforas que se utilizaban para depositar el vino que obtenían de sus extensos campos de vides. Pero es a los romanos a quién hay que agradecer que hoy podamos oxigenar nuestros caldos. Ellos introdujeron en sus civilizaciones el vidrio instaurando (a finales del Siglo I d.c.) la técnica del soplado para moldear este increíble material. Crearon jarras, copas o vasos que hoy aún se conservan en los museos como muestra de su grandeza.
A pesar de esta aportación a la sociedad, la desaparición del Imperio Romano implicó que la fabricación de vidrio se redujese a niveles muy bajos durante miles de años. Fue durante el Siglo XVI cuando la industria del vidrio en Europa experimentó un gran auge y eso permitió que apareciesen los primeros decantadores tal y cómo los conocemos. Hasta ese momento eran varios los materiales que se utilizaban para crear las vasijas en las que depositar el vino:
- Barro.
- Madera.
- Plata.
- Cristal de roca.
- Porcelana china.
Pero el mundo vinícola dio un gran vuelco en el Siglo XVI con la utilización del vidrio como un elemento insustituible en la fabricación de recipientes para depositar el caldo. Los artesanos de Alemania, Francia y Gran Bretaña comenzaron a utilizar este material para crear objetos con diseños novedosos que eran el resultado de una corriente artística. Entre ellos estaban los decantadores.
A partir del Renacimiento el protagonismo en la innovación de nuevas técnicas para la creación de decantadores de vidrio fue traspasándose de sociedad en sociedad:
- Italia: utilizaban un material obtenido en la isla de Murano, un lugar famoso porque llegó a ser el mayor productor de cristal de Europa. Se crearon vidrios de todos los colores y formas. Decantadores con color o transparentes, con decoración elegante y detallista o simple y sobria, de formas cilíndricas y delicadas, cuellos esbeltos o cortos con bases planas o cruzadas. El catálogo era tan extenso porque se poseía el material y las técnicas necesarias para obtenerlo. El decantador ya no solo era un objeto que cumplía una función específica si no que se convertía en una expresión artística reconocida en todo el mundo y un elemento más de ornamentación.
- Alemania: los alemanes fueron los encargados de reactivar la industria del vidrio por toda Europa. Extendieron sus redes de comercio por diferentes países en los que instauraron una cultura de tratamiento del vidrio que anteriormente no existía. Todo ello giraba alrededor de dos prestigiosos enclaves como son las ciudades de Nuremberg y Postdam.
- España: por aquel entonces en nuestro país la cultura del tratamiento del vidrio comenzó en las fábricas de vidrio de Mataró o en los hornos con los que contaba Cadalso de los Vidrios (localidad perteneciente a la Comunidad de Madrid).
- Austria e Inglaterra: ya en los Siglos XIX y XX indagan en el pasado y recuperan algunas técnicas romanas.
Las innovaciones tecnológicas que se sucedían en el Siglo XX hacen el resto y aparecen multitud de piezas (los decantadores son una de ellas) y de talleres de vidrio que, respetando la tradición, pero adaptándose a la cultura de cada momento, hacen del trabajo un arte valorado en todo el mundo.
Y tú ¿todavía crees que ese decantador en el que viertes tu Ponte da Boga no es arte?