¿Cómo conservar el vino una vez abierto?

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¿Se estropea el vino una vez abierto? ¿Cómo lo conservo?

Por desgracia, al abrir una botella de vino no siempre acabamos su contenido por lo que es tan importante saber elegir o servir el brebaje como conocer el método para conservarlo adecuadamente evitando que llegue a estropearse antes de volver a saborearlo nuevamente y rematar la botella.

Ese momento mágico en el que, embriagados de felicidad, descorchamos la botella de Ponte da Boga que un amigo nos ha traído como recuerdo de su visita a la majestuosa Ribeira Sacra gallega. Las sensaciones que acompañan a este momento son todas positivas: tranquilidad, gozo, ilusión, satisfacción… Pero en medio de todas ellas hay una no deseada: la preocupación. Está escondida hasta el final. El dilema se presenta en los momentos finales de la velada cuando, tras haber comprobado la majestuosidad del caldo, caemos en la cuenta de que la botella todavía no está vacía, pero tampoco nos apetece seguir bebiendo. Las dudas asaltan nuestra mente: ¿si lo dejamos para mañana se estropeará? ¿Cómo lo guardamos?

El contacto del oxígeno con el vino, como os contamos en el anterior post sobre los decantadores, es beneficioso y productivo en un primer momento. Pero, a la larga, la oxigenación es enemiga acérrima de nuestros caldos y hace que poco a poco vayan perdiendo sus cualidades.

Una vez abierto, un ejemplar de vino tinto puede llegar a aguantar una semana como mucho sin echarse a perder. Por el contrario, los blancos y los rosados solo serán aptos para nuestro paladar durante un par de días.

 Para otorgarles una mayor esperanza de vida a nuestros vinos existen una serie de recomendaciones o trucos que cualquiera puede llevar a cabo en su hogar:

  1. Aunque parezca obvio, es importantísimo volver a tapar la botella con el corcho. Un paso tan sencillo como este evita que entre oxígeno al recipiente de forma continuada. Si seguimos a rajatabla esta recomendación después de servir cada copa estaremos haciéndole un enorme favor al caldo.
  2. Si has perdido el corcho o éste ya no encaja tan bien porque se ha roto o se ha hinchado, siempre puedes decidirte a trasladar el vino a una botella de cristal con cierre hermético.
  3. Utiliza la nevera. Como ocurre con los alimentos el frío ayuda a ralentizar el proceso de descomposición del vino; sea éste tinto, blanco o rosado. Es cierto que los tintos soportan mejor el calor que los blancos o los rosados pero no existe ninguna razón por la que no debamos guardarlos en el frigorífico una vez abiertos. Eso sí, es recomendable sacarlos de la nevera unos minutos antes de volverlos a consumir.
  4. Es totalmente necesario extraer el oxígeno que ha invadido nuestro caldo. El frío ralentiza la degradación, pero no la oxidación. Por lo tanto, no está de más contar con alguno de los diversos aparatos que se comercializan con esta función. Uno de ellos es la bomba  de vacío manual, que se coloca en el cuello de la botella y permite eliminar todo ese aire que contiene. Debemos repetir este proceso las veces que sean necesarias hasta que notemos que la bomba no está cumpliendo ya su función.
  5. Si no quieres guardar el vino en la nevera deberías hacerlo en un lugar totalmente oscuro, libre de cualquier haz de luz que pueda actuar negativamente sobre éste.
  6. La colocación de la botella es esencial. Si para los vinos que todavía no hemos estrenado se recomienda guardarlos en horizontal en el caso que nos ocupa deberemos hacer todo lo contrario. Un reposo en vertical permitirá que el aire disponga de una menor superficie de contacto con el caldo y se ralentice la temida oxidación.

A pesar de todos estos consejos es inevitable que, pasado cierto tiempo, el vino se agrie. Muchas veces lo hace antes de lo que esperábamos y ya no hay marcha atrás. En estos casos, siempre podrás reutilizarlo convirtiéndolo en un excelente acompañamiento para tus ensaladas.

Pero, tras darle vueltas y vueltas todavía no hemos encontrado la respuesta. ¿Qué razón de peso puedes tener para no acabar al momento un exquisito Ponte da Boga?