El vino ha servido de fuente, como marco o como protagonista indispensable a lo largo de la historia de la literatura. Las temáticas, infinitas: viñedos, vendimia, empresarios enólogos, magia… Aunque, sin duda, la relación del vino con los personajes de las novelas es crucial para entenderlos. Ha sido un elemento recurrente para los escritores a la hora de definir a sus protagonistas de sus obras. Literatura y vino han ido de la mano en multitud de ocasiones.
Las referencias al vino en la historia de las letras es incontable. Se trata, de hecho, de una relación inseparable. Los más grandes escritores han encontrado en el vino su inspiración para ensayos, novelas o poesía. Incluso existen millares de documentos científicos y textos enciclopédicos al respecto.
Este nexo tiene un origen lógico, la cuna de la civilización occidental, el Mediterráneo como epicentro de las culturas que fueron “bebiendo unas de otras”.
Muchos han sido los textos que hacen mención al vino de los más ilustres autores de la literatura universal. Desde Heródoto y Homero, hasta Cervantes, pasando por Shakespeare, Flaubert, o Leon Tolstoi… Seguro que habéis leído alguna obra de estos autores en la que el vino cobra un protagonismo especial. ¿Verdad?
Ahí va un ejemplo con el Pasaje de Heródoto sobre los persas: “Suelen discutir los asuntos más importantes cuando están embriagados […]. Asimismo lo que hayan podido decidir provisionalmente cuando están sobrios, lo vuelven a tratar en estado de embriaguez”.
O quién no recuerda la obra de Vicente Blasco Ibáñez, La Bodega. Una novela social, que narra la situación de los trabajadores en las viñas de Jerez.
Mucho antes, el Arcipreste de Hita, en su Libro del Buen Amor habla de los excesos del medioevo con este manjar en una inmoderada sociedad como fue la medieval.
Y por supuesto, ¡cómo obviar a Fernando de Rojas y su obra eterna La Celestina! La anciana alcahueta no se despega de su inseparable jara de vino. “Que harto es que una vieja como yo en oliendo cualquiera vino diga de dónde es”.
El vino es una constante en la literatura española. Pensemos en el inolvidable El lazarillo de Tormes, y sus tragos robados del pobre ciego mediante una artimaña audaz. “Solía poner junto a él un jarro de vino cuando comíamos y yo rápidamente lo cogía y le daba “un par de besos callados” (un par de tragos) y lo dejaba en su sitio”.
Qué decir de la obra universal de la literatura española, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. La epopeya del caballero andante de Miguel de Cervantes transcurrió por las tierras vinícolas castellanas. Su escudero, Sancho Panza, era un bebedor empedernido: «Sé templado en el beber Sancho, que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra«. Recordemos igualmente la lucha con las botas de vino, en uno de sus famosos episodios en el que la locura toma mayor protagonismo.
Continuando con los grandes literatos debemos mencionar al mismísimo Pablo Neruda, que se inspiró en este manjar para su Oda al vino:
“Amo sobre una mesa,
cuando se habla,
la luz de una botella de inteligente vino”.
Ya lejos de las letras hispanas, Steinbeck también aportó su granito de arena a la causa con Las Uvas de la Ira, que además de describir el pesado trago de la emigración en plena crisis de los años 30 habla sobre las dificultades de salir adelante en la tierra prometida, tierra californiana de viñedos.
Otra de las obras que cualquier amante de los vinos debería leer es Un viñedo en la Toscana, de Ferenc Maté. Relata la historia de dos neoyorquinos soñadores que sueñan con crear el mejor vino del mundo en la Toscana italiana.
Más próxima a nuestro tiempo es la obra de Carlos Calvijo El hijo de la vid, que narra la aventura de los bodegueros riojanos y la historia del vino de Rioja.
Todas estas obras son una muestra pequeña de la infinita influencia del vino en el arte, en este caso en la literatura.
¿Tienes algún libro favorito en el que el vino es un personaje más?