Alguna vez os hemos comentado que hay un vino para cada momento, y desde luego que hay un vino para cada plato. El maridaje de viandas y caldos es fundamental para captar todas las esencias de unos y otros. ¿Pero os habéis parado a pensar que probablemente haya un perfil de vino para cada persona? ¿Somos lo que bebemos? ¿Hay un vino para cada personalidad? ¿Podríamos darle una vuelta al refranero popular y decir eso de: dime qué vino bebes y te diré quién eres? Posiblemente.
Así que, si vas a regalar un vino a una persona extrovertida, divertida y con espíritu joven seguramente busques sabores afrutados que aporten frescura al momento que paséis juntos. Un vino blanco, un albariño, sin ir más lejos, se asemeja una opción indicada en ese caso. Si la persona homenajeada es explosiva, llena de vitalidad, e irradia energía, podríamos pensar en agasajarla con un vino espumoso en el que las burbujas den rienda suelta a toda su personalidad y remarquen su modo de ser. Nada que ver si pensamos en un caldo para alguien tímido, apocado… es decir, todo lo contrario a una persona lanzada. En ese caso buscaremos una opción llena de suavidad. Un tinto joven quizás podría ser una opción.
Pongámonos en el caso de que viene a cenar a nuestra casa una pareja de amigos comprometidos con el cuidado del medio ambiente ¿Por qué no elegir en ese caso una opción ecológica y respetuosa con el entorno? Un vino fruto de unas vides cuidadas con esmero, pero bajo parámetros que respondan a las inquietudes de vuestros invitados.
Cálidos, con carácter, humildes, elegantes, hay tantos caldos como personalidades
Hay vinos que, como algunas personas, son cálidos, te arropan y cobijan bajo su manto con un halo protector que te rescata de la monotonía, pero sin estridencias. Vinos como los rosados que te hacen sentir seguro y en casa con cada sorbo que das a la copa en la que te lo han servido. Son, como los amigos de toda la vida, esos que te dejan ser como realmente eres y ante los que tu personalidad fluye sin ataduras y sin cortapisas.
La elegancia es otra de las características que comparten ciertos caldos y personas. Y creednos, es un talento innato, que nace con la persona y que es intrínseco a la vid en los vinos. La elegancia es un don que se tiene o no. Luego uno es capaz de sacarle mayor o menor partido, pero si eres elegante, de cualquier situación saldrás airoso, cualquier trapito que te pongas sabrás colocártelo con estilo, y, si hablamos de vinos, un caldo elegante captará tu atención en el más sencillo de los vasos en el que lo pruebes. Un gran reserva, por ejemplo, sería uno de esos vinos que podríamos considerar elegantes, ¿no os parece?
La humildad quizá podría estar representada en la personalidad de un clarete que no desmerece a otros caldos, pero que tampoco no intenta sacar la cabeza por encima de otras opciones. Conoce su lugar y espera su momento, todos tenemos el nuestro. Sabe de su trabajo de la mano de vid, el sol, el agua, la tierra y los maestros en el cultivo de caldos. Por eso el clarete está seguro de que dará los frutos esperados en tu paladar cuando llegue su turno en tu mesa. Ni más, ni menos, lo justo.
Desde luego, hay personas y vinos con carácter, rotundos y con las ideas claras. Lo que ves es lo que hay. Puede gustarte o no, pero una persona con carácter no modificará su postura por intentar gustarte. Así, un vino con carácter, un reserva por ejemplo, permanecerá fiel a su estilo sabiendo que habrá quien sepa catar sus virtudes y apreciar todo aquello que lo hace diferente.
Vinos viajeros, generosos, sibaritas o clásicos
Hay, también vinos viajeros, que te llevan a otros lugares de la mano de sus matices. Como esas personas que no paran de conocer rincones mágicos por el mundo adelante y empaparse de nuevas culturas, de olores, de sabores y del espíritu de las gentes que se cruzan en sus viajes. Los vinos son también parte del paisaje de los lugares que visitamos, se llenan de sus aromas y nos los trasladan en cada sorbo. Cada vino es, en sí mismo, un viaje a la tierra que lo vio nacer.
No olvidemos a los vinos generosos, de esos que te embriagan y te lo dan todo desde el primer trago al último. Un tinto de crianza podría ser el caso. Seguro que conocéis a gente así, entregada, que siempre está cuando los necesitas y que te dan lo que tienen sin guardarse nada en el bolsillo.
En nuestro repaso a vinos y personalidades no deberíamos pasar por alto a los sibaritas, esas personas sofisticadas y refinadas que buscan poca cantidad, pero exigen excelencia en la calidad. Para ellos una opción nada desdeñable es ofrecerles un Porto de Lobos 2015 de Ponte da Boga. Crece en bancalcitos de un metro, se cultiva en estaca y se envejece en barricas usadas para remarcar sabores. Es un vino que definen como fiel a la viticultura atlántica.
Y no olvidemos hablar de la personalidad clásica. Seguramente estemos ante un catador por excelencia por cuya garganta han bajado innumerables caldos cada cual con mayor bouquet y presencia. Una persona clásica, conoce los maridajes, las temperaturas, los tiempos de reposo y hasta en qué copa se podrán apreciar mejor las diferentes tonalidades del vino que te ofrece. Escúchale, aprenderás a descubrir un mundo en cada botella. ¡Salud!